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Tailandia 2018: CHAPTER VII «Grado superior en cementación de carreteras»

En este grupo tan curioso y peculiar de gente que hemos decido venir de voluntariado a Tailandia, hay desde estudiantes de ingeniería hasta estudiantes de medicina, pasando por estudiantes de criminología, matemáticas e informática y farmacia, además de dos profesores. Después de un mes en Tailandia, volvemos a Madrid con el título de obreros especializados en cementación de carreteras.

 

 

El día que llegamos nos encontramos con un camino lleno de piedras y barro. Nuestro principal objetivo era construir una carretera en ese terreno y las principales dificultades, nuestro nulo conocimiento sobre la técnica de asfaltar y la lluvia. Los días de lluvia era imposible asfaltar ya que el cemento se volvía tan líquido que ni los verdaderos obreros eran capaces de moldearlo para hacer la carretera. Esto significaba que los días que no llovía (muy muy pocos) había que hacer lo máximo posible por avanzar.

Desde el primer día los obreros nos dejaron ayudarles en todo lo que queríamos. Nos dijeron qué hacer y cómo hacerlo. El hermano Víctor nos compró botas especiales y guantes. Antes de poner el cemento como tal tuvimos que allanar el terreno con rastrillos y arena. La primera parte de la carretera fue la más dura ya que estaba en cuesta y el camión del cemento no podía llegar hasta arriba. Tuvimos que subir el cemento en cubos poco a poco. Acabamos con la espalda destrozada. Cuando terminamos la cuesta, el resto fue más fácil. El camión iba soltando el cemento y nosotros teníamos que esparcirlo y darle forma de carretera. La mejor parte era la de alisar el cemento. Todos queríamos hacerlo.

Tuvimos que estar un par de días sin poder asfaltar debido a las lluvias y pensamos que no nos iba a dar tiempo a terminar la carretera.

Agné era el jefe de los obreros y se notaba que era el que más sabía. Llevaba una gorra del Bronx y siempre mascaba tabaco. Aunque hablaba tailandés y ni una sola palabra en inglés, conseguimos entendernos y siempre sabíamos lo que teníamos que hacer. Nos fijábamos en cómo hacía las cosas y le imitábamos.

Al final conseguimos terminar nuestro trozo de carretera y quedó genial.

He de decir que, personalmente no entendía la necesidad de construir una carretera ahí, pero cuando tuvieron que suspender las clases después de dos días sin parar de llover porque los camiones que recogían a los niños para traerlos al cole no podían salir debido a que se quedaban atascados en el barro, entendí que la carretera era esencial para la educación de todos estos niños.

Puedo decir que las agujetas, los trozos de cemento en el pelo, las ampollas en las manos, la ropa de asfaltar destrozada y todo el esfuerzo, han merecido muchísimo la pena.

Quiero dar las gracias a La Salle Sanghklaburi, a los hermanos de aquí, a los obreros, a mis compañeros y a Tailandia por esta increíble experiencia.

Me he dado cuenta que quien quiere, puede. Nosotros teníamos claro que nuestro objetivo era construir esa carretera y sin haberlo hecho antes ni tener idea de cómo hacerlo, nos vamos de aquí dejando una carretera a nuestras espaldas. Y no solo eso, sino que hemos querido hacer de esta experiencia la mejor, y lo hemos conseguido.

 

Meri

Tailandia 2018: Chapter VI: «Sin papeles, sin nacionalidad, la historia de Bow»

 

Cada día nos levantamos y tenemos la posibilidad de leer miles de artículos o noticias que se hacen eco de hazañas de personas a distintos niveles, ya sea por sus acciones, descubrimientos o sus diferentes capacidades, que les hacen destacar de una forma u otra. Muchas de estas personas son conocidas, gente que se ha ido ganando poco a poco cierto prestigio y de las cuáles y perdonad que haga esta alusión, es muy fácil escribir sobre ellas, ya que van a tener en su mayoría, la aceptación pública de aquello de lo que se escribe.

Sin embargo, hay tantas historias por descubrir, tantas personas increíbles repartidas por el mundo de las que se desconoce su vida o su historia, que es hora de que aporte nuestro granito de arena sobre estas personas desconocidas escribiendo este artículo.

Tal vez esta historia os recuerde a otras miles que hayáis leído, sin embargo a mí, me ha hecho reflexionar, por ello me veía en la necesidad de haceros llegar la vida de Bow.

Nadie va a escribir sobre ella, nadie va a valorar su esfuerzo y su sacrificio, pero ya que el destino me ha traído hasta aquí y he oído hablar de ella, me  siento en la obligación de dar eco a su vida y a todo lo que ha conseguido y está logrando a base de sus sacrificios diarios.

Bow es una chica de la antigua Birmania, su poblado está justo en la frontera entre Tailandia y la actual Myanmar. Dicho poblado es uno de los muchos que se encuentran totalmente desprotegidos y aislados debido a las problemas que existían y continúan existiendo entre la delimitación fronteriza entre Myanmar y Tailandia. Cada mañana cerca de Sangklaburi y en el paso de las Tres Pagodas, la barrera que delimita ambos países se abre y permite a miles de trabajadores birmanos llegar a Tailandia y trabajar en las fábricas de caucho que hay por esta zona. Muchos de los hijos de los trabajadores no tienen acceso a la educación, no son reconocidos por su país y por lo tanto no pueden ir a las escuelas que el gobierno  tiene situadas a lo largo de la zona. Es aquí donde el Hermano Víctor y la Salle juegan un papel fundamental y con un valor humano que no puede ser calificado ni explicado en meras palabras. Hay que venir aquí y verlo con tus propios ojos, para ver qué se ha conseguido y ver como gracias a la labor que están haciendo aquí se da un ápice de esperanza a muchas personas y niños y niñas, que por desgracia, ya la habían perdido.

Es aquí donde comienza la historia de Bow. Una historia que comienza con un encuentro fortuito, una historia cuyo origen puede que esté ligado al destino o a fuerzas que desconocemos… Hace aproximadamente unos catorce años, Bow iba caminando, observando el trasiego de personas que se forma cada mañana en el Paso de las Tres Pagodas y  el destino le hizo chocarse con el Hermano Víctor.

El hermano Víctor le preguntó por qué no estaba en el colegio estudiando y Bow  le dijo que quería estudiar pero que no podía, sus padres eran muy pobres y que no tenían dinero para poder enviarle a un colegio. Y al no ser reconocida por su país, no tenía derecho a acceder a las escuelas gratuitas del gobierno.  Bow poco tiempo después tuvo que irse a vivir con su abuelo, ya que sus padres no podían darle de comer. Sin embargo, su abuelo tampoco tenía los medios para poder conseguir la comida suficiente para ambos. Es aquí, donde juega un papel muy importante la Escuela de Bambú situada a unos kilómetros del paso fronterizo.

Bow empezó a acudir a la escuela que La Salle tenía allí para poder estudiar y que a su vez, le daba ayuda para poder tener el alimento suficiente para poder vivir y desarrollarse. Con el paso de los años, los profesores descubrieron que Bow tenía una facilidad increíble para los estudios y que destacaba por encima de los que llevaban más tiempo escolarizados en dicha escuela. Al empezar tan tarde y para tener acceso a una educación reglamentada, se decidió que Bow empezara a estudiar por libre, mediante clases particulares, y una vez lista, hiciera el examen de acceso equivalente a la educación primaria. Muy pocos consiguen aprobar dicho examen, ya que se requiere una puntuación de veintisiete sobre treinta para poder tener acceso a primaria y a seguir estudiando.

Bow estudió mucho, cuenta que en ocasiones, por la noche, solo tenía la ayuda de una vela,… Era una estudiante muy aplicada, sabía desde bien pequeña lo que quería y tenía un firme decisión en conseguirlo. Como  bien podréis suponer aprobó dicho examen.

Al poco tiempo se encontraba estudiando primaria en la otra escuela de la Salle que los hermanos tienen en Sangklaburi. Allí siguió destacando y mostrando mucha facilidad para los estudios, pronto logró dominar tanto el birmano como el tailandés incluso empezó a aprender inglés.

A la entrada de la sala de informática, una fotografía suya cuelga de la pared junto a un retrato del Hermano Víctor. La escuela no puede estar más orgullosa de ella, ya que con sólo trece años Bow escribió un ensayo sobre la importancia que para ella tenía su profesor, y se envió dicho escrito a un concurso que se celebraba por el día del profesor, en Tailandia. En dicho concurso participaban todos los alumnos y alumnas del país. Bow se alzó con el segundo premio nacional. Fue invitada junto con su familia a conocer al primer ministro del momento y a recoger el premio por haber quedado segunda. Lo anecdótico de esta hazaña fue que una niña catalogada como analfabeta consiguió un premio al alcance de muy pocos. La ceremonia exigía decoro a la hora de vestir, sin embargo para Bow, esto no tenía mucho sentido. No tenía zapatos para poder acudir a dicha ceremonia. Las chanclas habían formado parte de su vida diaria desde que había nacido. El hermano Víctor le consiguió un par de zapatos y pudo acudir a su cita y salir por primera vez de su poblado.

Bow fue creciendo, siguió estudiando, y consiguió excelentes resultados. Su carácter y su personalidad lejos de dedicarse al estudio se centraban también en ayudar a su familia, por lo que una vez que acabó los estudios decidió ayudar dando clase en la escuela que un día le ayudó a llegar donde está, La Salle Sangklaburi. Hoy en día imparte clases de informática a varios cursos y con el dinero que recibe como docente se dedica a ayudar a su familia y a seguir estudiando para poder conseguir los créditos suficientes para poder acceder a la universidad y estudiar medicina, uno de sus sueños.

 

Bow puede que jamás consiga acceder a la universidad, puede que jamás obtenga la  nacionalidad tailandesa, puede que nunca tenga la oportunidad de salir más allá de su provincia, sin embargo, de lo que se puede estar seguro es que pase lo que pase, cada día se levantará con una sonrisa y se esforzará lo máximo que pueda para poder conseguir sus objetivos y hacer la vida de su familia más fácil  y más cómoda.

 

Tailandia 2018 CHAPTER V: «UN DÍA EN LA ESCUELA»

Una parte fundamental de este voluntariado es ayudar al desarrollo tanto académico como personal de estos niños. Normalmente suele ser clases a niños pequeños, terreno que Iñaki y Teresa controlan a la perfección, en cambio, nosotros, los que somos estudiantes y en concreto algunos, como yo, tenemos muy poca o nada de experiencia dando clase a niños.

A pesar de esto, siempre que nos ofrecen cubrir a un profesor estamos ahí sin dudarlo, con una sonrisa, dispuestos a ayudar a los niños y a hacer que pasen el mejor rato posible. Es bastante fácil estar en clases con niños pequeños ya que contamos con la ayuda de dos profesores de infantil y, al fin al cabo, estar con niños que son todo amor y sonrisas es muy fácil, casi como un instinto natural. Desde sus “Teacher teacher” para que los hagas caso a esas sonrisas llenas de ternura que te dan sin esperar nada a cambio es en parte algo que me hizo querer repetir esta experiencia. De todo se aprende y poco a poco y sin darte cuenta te ayudan ellos más a ti de lo que les ayudas casi tu a ellos.

La teoría es fácil: Hacer actividades con ellos. La práctica no tanto. Nos chocamos de frente con la barrera del idioma. Ni nosotros sabemos tailandés y ellos, al ser pequeños, saben un inglés muy básico. Al principio te sientes un poco agobiada y piensas “¿Qué voy a hacer si no me entienden?” luego decides usar la cabeza y te das cuenta que el idioma de los niños es muy sencillo, el idioma de los gestos es universal y que con nuestras ganas podemos sacar cualquier cosa adelante. Una buena canción nunca falla. Los niños solo pueden centrarse en ti, en los ritmos básicos y letras perfectas para ellos. Se entretienen, se ríen con cualquier tontería o carantoña que les hagas. Lo siguiente suele ser los fiables dibujos, nunca fallan.

 

¿A qué niño no le encanta dibujar su animal favorito o cualquier cosa que se le venga a la cabeza? Cuando han terminado siempre vienen corriendo a ti y te ponen sus mejores ojitos. “Teacher teacher” y te dan el dibujo “That’s beautiful! Very good!” les dices mientras les dibujas una carita sonriente en la hoja que te dan dado. La cara que ponen en ese momento no tiene precio. Una vez todos han terminado teníamos que pensar en otra actividad. Al principio estuvimos un poco atascados, no sabíamos que más hacer, intentábamos enseñar un poco de inglés y de español o jugábamos a juegos de mesa que nos trajimos desde Madrid. Esto era un poco complicado debido a la corta edad de algunos pero nos sacamos un as de la manga, globos con caritas. ¿Cómo no se nos ocurrió antes?

Más sencillo imposible: hinchas unos cuantos globos, con un rotulador pintas una cara tonta, les atas un trozo de lana y les pegas cuatro pelos de lana y ya tienen diversión asegurada. Juegan a que no se caiga o como si fuera un yoyó de toda la vida y en ese momento ya los tienes ganados. Ahí empiezan a querer a que los lleves a caballito por toda la clase o vienen te dan un abrazo y siguen jugando o directamente ni se despegan de ti. La primera vez que se me echaron 20 niños encima no sabía ni dónde meterme, demasiada atención en muy poco tiempo, notaba que me faltaban extremidades y cuerpo para darle atención a todos pero poco a poco te acostumbras y tras dos o tres clases ya sabes cómo tratar con los niños y como darles lo que necesitan a todos y cada uno de ellos. Por estas razones, a pesar de ser una estudiante sin experiencia ni idea de cómo tratar a niños conseguí entender, aprender y pasar un buen rato con ellos disfrutando de sus compañía (y espero que ellos de la mía también)

 

 

Hasta más ver, Alejandra.

Tailandia 2018 Chapter IV LEGEND BROTHER «VITA»

Cada día que pasa nos asombramos más al conocer todo lo que rodea al Hermano Víctor. Estamos acostumbrados a ensalzar y a idolatrar a deportistas, actores,… pero desde luego, si tenemos que definir al Hermano Víctor, la palabra que mejor le podría definir es LEYENDA.

Para nosotros el Brother Víctor o el  Brother «Vita» como le llaman aquí es un auténtico ídolo. Cada vez que nos cuenta una de sus viejas historias como él dice, nos quedamos boquiabiertos de ver todo lo que ha conseguido y todo lo que ha hecho. Y después de todo lo que ha cargado en sus espaldas sigue teniendo la misma fuerza que de joven.

Es impresionante como están en todos lados, siempre está donde se le necesita. Puede estar cogiendo una pala y cargando arena, conduciendo para recoger la colada, yendo a los poblados a dar a las familias más necesitadas leche y arroz, dando clase a los niños en la Salle, jugando con los niños y niñas del centro, acudiendo a misa, cementando la carretera, preparando clases extras para las niñas del blue sky home… sin olvidar sus dotes de guía turístico.

En definitiva, no hay nadie que pueda seguir su ritmo. Es un auténtico CRACK!! Nos sentimos muy afortunados de poder convivir con él y aprender tantas cosas junto a él.

 

 

Tailandia 2018 Chapter III

Nuestro proyecto había comenzado y era el momento de organizarse y aprovechar al máximo nuestra estancia aquí. Nos organizamos en dos grupos; Unos debíamos allanar una parte del camino y el resto ayudarían a comenzar a cementar otra parte. Han sido unos días muy intensos y de mucho cansancio físico que sin duda está mereciendo la pena. No solo estamos colaborando a mejorar el acceso a ciertos lugares en la escuela y echar una mano a los trabajadores que ya tienen aquí para hacer este trabajo, sin duda nos está beneficiando al grupo para estar más unido, trabajar en equipo y conocernos más.

 

 

Pero no solo hemos trabajado en la carretera, (y menos mal porque acabamos con cemento hasta en las pestañas…), también nos ha dado tiempo a visitar la escuela de bambú. El hermano Víctor nos enseñó las instalaciones y nos contó todos los problemas con los que se había encontrado desde que decidió montar la escuela. El principal problema con el que se encontró es que geográficamente está situada en un lugar conflictivo. Los alumnos de la escuela de Bambú son principalmente niños y niñas birmanos cuyos padres trabajan en las fábricas de caucho. Hemos podido pasar una mañana con ellos, haciendo varios talleres y jugando con ellos.

 

Además de la escuela de bambú hemos tenido la suerte de poder acercarnos  a un pueblo “Mon”, perteneciente a Birmania. Allí tuvimos la oportunidad de conocer a algunas familias y su realidad. Al volver a la escuela el hermano nos invitó a la clase nocturna que cada sábado noche imparte a las niñas de Blue Sky que se alojan permanentemente en la escuela. Tuvimos la oportunidad de presentarnos a ellas y pasar un rato junto a ellas en la sala de ordenadores. Así  como pasar un rato en sus clases intercambiando nuestros idiomas, juegos y bailes. Han sido siete días muy intensos, pero aún nos quedan fuerzas para continuar con esta aventura.

 

Tailandia 2018 Chapter II

En nuestra primera toma de contacto con el país, tuvimos la oportunidad de conocer las instalaciones de La Salle Bangkok, saludar a los alumnos y pasar algo de tiempo conociendo a los hermanos Joseph, Paco y John. El hermano Joseph fue el que nos condujo seis horas hasta nuestro destino final: La Salle Sanghklaburi donde nos esperaba el Hermano Víctor para darnos la bienvenida y enseñarnos donde nos íbamos a alojar.

Al ser fin de semana los primeros días aprovechamos para conocer un poco los alrededores de la escuela, aprender algo sobre su cultura, costumbres y templos. Visitamos lugares como El puente de la amistad, las tres pagodas, la zona de la frontera de  Myanmar y algunos mercadillos típicos de la zona. Tras el fin de semana de toma de contacto llegaba lo bueno.

 

Tailandia 2018 Chapter I

Perdonad la espera,…pero al fin podemos ponernos al día con este cuaderno de aventura y tratar de plasmar por escrito, aunque muy difícil, las experiencias que hasta ahora el equipo de Tailandia hemos vivido.

Para romper un poquito el hielo, me ha tocado  hacer esta primera entrada. Mi nombre es Teresa y el resto de la  “crew” ya había viajado antes a la India junto con mi compañero Iñaki, por lo que conocían lo que era la experiencia de ser voluntario internacional. Su entusiasmo y las ganas de formar parte del proyecto de Tailandia fue lo que me termino de animar para unirme a ellos en esta aventura. En total somos 9 voluntarios: Iñaki, Meri, Elena, Nuria, Blanca, Alejandra, Sara, Martin y yo.

El primer día estábamos en general un poco desorientados, desde Madrid nos esperaban 7horas de vuelo hasta Dubai, escala, y otras siete horas de vuelo hasta Bangkok donde nos vendría a recoger el hermano John. Lejos de aburrirnos durante el viaje, aprovechamos para compartir ideas, actividades, ponernos de acuerdo para realizar diferentes talleres, aportar información cada uno sobre lo que sabíamos de Tailandia…etc. También hubo tiempo para bromas y anécdotas del último viaje…y casi sin darnos cuenta estábamos en Bangkok.