Llega de nuevo el lunes y con energía nos disponemos a afrontar otro día de trabajo; adelantamos las paredes del famoso gallinero y despejamos los alrededores de plantas para cultivar cacahuete y millo.
Después de haber cargado bloques, carretillas repletas de cemento y cubos de agua durante una semana entera perdemos la noción del tiempo. El cansancio se hace notar a cada paso, pero al trabajar codo con codo con nuestros compañeros la ilusión vuelve a correr por nuestras venas entre canciones, bailes y conversaciones en un francés chapurreado. A medida que levantamos las paredes del gallinero el proyecto cobra sentido, ya que vemos cómo nuestro esfuerzo va dando sus frutos. Tras la dura jornada, nos alegró la visita de una costurera a la que volvimos loca entre tantos modelos y telas típicas africanas. Y como cualquier otro lunes, pasamos gran parte de la tarde disfrutando de un partido de fútbol entre cameruneses y españoles.
El martes fue un día muy especial, después de trabajar durante todo el día, llegó una esperadísima excursión la cual se juntó con el cumpleaños de Diana. Y, ¿qué mejor regalo que el poder disfrutar de unas vistas maravillosas en «La roca»? Y… aunque parezca mentira eso no fue lo mejor del día, ya que al volver a casa nos esperaban bandejas repletas de unos buñuelos que supieron a gloria acompañados de una tarta riquísima, hecha con mucho amor por la hermana de Coco.
Nos despertábamos a mitad de semana con un gran cansancio acumulado, aunque nos llevamos una gran sorpresa al escuchar la fuerte lluvia que caía, puesto que eso significaba que esa mañana no trabajaríamos. En lugar de ello pasamos tiempo con los chicos de la casa, jugando a las cartas, escuchando música o hablando. Pero esta felicidad no duraría mucho, puesto que después de comer el tiempo había cambiado y no quedó otra que ponerse manos a la obra. Tras la oración y la cena, nos reunimos en el porche para hablar y expresar las experiencias vividas en nuestra estancia aquí, lo que acabó entre lágrimas y muchos sentimientos encontrados, ya que nos dimos cuenta de lo afortunados que somos por estar aquí y el poco tiempo que queda para marcharnos de vuelta a Tenerife.
El jueves, tras otra larga jornada de trabajo, nos fuimos a visitar la escuela de arte «Nina», donde pudimos apreciar las diferentes obras hechas por alumnos africanos de la misma. Y… ¿qué mejor forma de acabar el día que viendo una peli en familia?
El esperado viernes llegaba con gran ilusión en el que nos encontrábamos muy motivados puesto que esa noche, tal y como cada viernes, había fiesta y que, tras horas y horas bailando… caímos rendidos en la cama dispuestos a afrontar el gran sábado que se nos presentaba.
Madrugábamos dispuestos a limpiar la casa, como solemos hacer cada sábado y tras cumplir con nuestras tareas nos fuimos a visitar Ebogó, el segundo río más grande de Camerún, en el que nos relajamos respirando naturaleza pura de una forma bastante divertida, disfrutando de un paseo en canoa.
El domingo, aunque no trabajamos en la obra, fue un día bastante duro, puesto que con él llegaba la preparación de diversos platos típicos para celebrar el «día de España», así como actividades y juegos para pasar un buen rato todos juntos.
A por una nueva semana. Somos Proyde.