COMPARTIENDO MIRADAS Y MUCHO CORAZÓN

 

¡Muy buenas a todos!

Lo primero decir que este viaje está siendo una experiencia nueva y única que cada día vivimos con energía y ganas de aprovechar al máximo nuestras capacidades de aportar nuestro granito de arena.

El día 8 de julio llegamos, somnolientos pero ilusionados, a Asunción, capital de Paraguay, donde nos alojamos en la casa de los Hermanos de La Salle de la ciudad de Fátima. A lo largo de los siguientes días pudimos conocer al grupo de Pastoral del colegio La Salle del lugar, monitores con quienes afortunadamente conectamos y conseguimos hacer que la semana de actividades mañaneras y dinámicas fuese inolvidable tanto para los niños que acudían a estas como para nosotros. Durante las tardes nos dedicamos con esmero a darle un lavado de cara al colegio, restaurando pupitres, dándole color al «tinglado»o lo que fue una de las mejores oportunidades que tuvimos esa semana: dejar volar nuestra imaginación y llenar el centro de color con un mural que sin duda será un sello de este viaje que nos marcará durante tanto tiempo. Éste se basaba en un árbol con sus raíces y una copa frondosa llena de hojas de distintos colores, iluminado por una llama y la estrella de La Salle, simbolizando la diversidad, la unión y el camino que la fortalece.

Llegó el viernes 13 y con él se derramaron algunas lágrimas pues esa semana de juegos con los niños se acababa, pero como siempre ocurre no dijimos adiós, dijimos hasta luego, y aunque nos diese pena tuvimos la oportunidad de pasar el fin de semana con los monitores de Pastoral en un retiro en Piribebuy, lugar del que todos nos enamoramos y donde tuvimos la oportunidad de abrirnos y liberar ese cúmulo de sentimientos que todos teníamos.

Al volver a Asunción dedicamos los dos siguientes días a conocer un poco de la cultura e historia del país, gracias una vez más a ese grupo de Pastoral que en tan poco tiempo nos hizo tanto, y al cual dolorosamente tuvimos que decir «hasta pronto», pues el miércoles pusimos rumbo a Pozo Colorado, donde nos esperaba otro proyecto igual en el que estamos teniendo la gran oportunidad de seguir reconociendo sonrisas que tiñen de color cada nuevo día.

Aquí tenemos la oportunidad de vivir junto a los Hermanos de La Salle, las Hermanas de José Cluny y el otro grupo de voluntarios.

Nos levantamos cada día con los ojos abiertos y el corazón lleno de ilusión para dar y recibir.
Estamos colaborando en la construcción de unos “camineros ” para conectar los edificios y hacer un techado para evitar la lluvia. También tenemos la oportunidad de entrar en las clases para dar algunos temarios, hacer deporte, participar en talleres y disfrutar de los cientos de sonrisas con los que, cada día, nos encontramos.

Y bueno, este ha sido en resumen de estas primeras semanas en Paraguay del grupo de Gente Pequeña del Colegio La Salle Sagrado Corazón. Sin duda está siendo algo innovador en nuestras vidas. Una experiencia que nos está haciendo madurar y ser conscientes de la realidad de que con muy poco se puede hacer mucho. La felicidad de un niño no se logra con regalos, sino con acciones. Parece que no, pero mejorarle el día a alguien es algo sencillo y que solo requiere un poco de tu tiempo.

Seguiremos comentando nuestras vivencias en este proyecto que tanto está haciendo en nuestras vidas.

¡Hasta pronto!

Tailandia 2018: CHAPTER VII «Grado superior en cementación de carreteras»

En este grupo tan curioso y peculiar de gente que hemos decido venir de voluntariado a Tailandia, hay desde estudiantes de ingeniería hasta estudiantes de medicina, pasando por estudiantes de criminología, matemáticas e informática y farmacia, además de dos profesores. Después de un mes en Tailandia, volvemos a Madrid con el título de obreros especializados en cementación de carreteras.

 

 

El día que llegamos nos encontramos con un camino lleno de piedras y barro. Nuestro principal objetivo era construir una carretera en ese terreno y las principales dificultades, nuestro nulo conocimiento sobre la técnica de asfaltar y la lluvia. Los días de lluvia era imposible asfaltar ya que el cemento se volvía tan líquido que ni los verdaderos obreros eran capaces de moldearlo para hacer la carretera. Esto significaba que los días que no llovía (muy muy pocos) había que hacer lo máximo posible por avanzar.

Desde el primer día los obreros nos dejaron ayudarles en todo lo que queríamos. Nos dijeron qué hacer y cómo hacerlo. El hermano Víctor nos compró botas especiales y guantes. Antes de poner el cemento como tal tuvimos que allanar el terreno con rastrillos y arena. La primera parte de la carretera fue la más dura ya que estaba en cuesta y el camión del cemento no podía llegar hasta arriba. Tuvimos que subir el cemento en cubos poco a poco. Acabamos con la espalda destrozada. Cuando terminamos la cuesta, el resto fue más fácil. El camión iba soltando el cemento y nosotros teníamos que esparcirlo y darle forma de carretera. La mejor parte era la de alisar el cemento. Todos queríamos hacerlo.

Tuvimos que estar un par de días sin poder asfaltar debido a las lluvias y pensamos que no nos iba a dar tiempo a terminar la carretera.

Agné era el jefe de los obreros y se notaba que era el que más sabía. Llevaba una gorra del Bronx y siempre mascaba tabaco. Aunque hablaba tailandés y ni una sola palabra en inglés, conseguimos entendernos y siempre sabíamos lo que teníamos que hacer. Nos fijábamos en cómo hacía las cosas y le imitábamos.

Al final conseguimos terminar nuestro trozo de carretera y quedó genial.

He de decir que, personalmente no entendía la necesidad de construir una carretera ahí, pero cuando tuvieron que suspender las clases después de dos días sin parar de llover porque los camiones que recogían a los niños para traerlos al cole no podían salir debido a que se quedaban atascados en el barro, entendí que la carretera era esencial para la educación de todos estos niños.

Puedo decir que las agujetas, los trozos de cemento en el pelo, las ampollas en las manos, la ropa de asfaltar destrozada y todo el esfuerzo, han merecido muchísimo la pena.

Quiero dar las gracias a La Salle Sanghklaburi, a los hermanos de aquí, a los obreros, a mis compañeros y a Tailandia por esta increíble experiencia.

Me he dado cuenta que quien quiere, puede. Nosotros teníamos claro que nuestro objetivo era construir esa carretera y sin haberlo hecho antes ni tener idea de cómo hacerlo, nos vamos de aquí dejando una carretera a nuestras espaldas. Y no solo eso, sino que hemos querido hacer de esta experiencia la mejor, y lo hemos conseguido.

 

Meri

SUMANDO SONRISAS

Hemos puesto fin a la segunda semana y queríamos compartir con vosotros las diferentes vivencias que han ido aconteciendo.

Seguimos realizando nuestras labores de pintura en el nuevo cole. Sin embargo, esta semana los más pequeños han querido hacerse participes de la misma. Por otro lado, esta actividad la hemos acompañado con labores de jardinería plantando árboles en las zonas comunes del nuevo colegio.

Junto a esto, el grupo de niños con los que realizamos talleres por las tardes cada vez es mayor. Este hecho supone una gran satisfacción personal y motivación para continuar con nuestro proyecto a lo largo de nuestra estancia.

 

El vínculo con los niños poco a poco se va fortaleciendo. Ya no somosnosotras las que necesitamos ir a buscarlos, sino que son ellos los que nos esperan con ilusión cada tarde en la puerta del colegio.

Finalmente, no nos queremos despedir sin mencionar  la visita que ha tenido lugar este fin de semana a la ciudad De  Ouidah, que hemos realizado gracias a la ayuda del Hermano Paco. Un lugar imprescindible para conocer la cultura y la historia de Benin y sus alrededores.

À toute à l’heure!

CAE LA TARDE.

La mañana ha dado paso a una tarde tranquila y apacible, dónde los gorriones descansan en las copas satisfechos tras alimentar a sus crías, la brisa duerme y el sol perfila el monte Kenia y proporciona sus mejores virtudes: el calor. Aquel deseado por todos los seres de las tierras centrales, sus horas favoritas de descanso.

Ese calor infunde a su vez una triste melancolía al grupo, pues los días empiezan a desvanecerse como arena llevada por el fuerte viento y es ahora cuando se acerca el adiós entre ellos y nosotros, parece romperse esa unión tribal construida en juegos de red entre ambos, invitados en sus espacios con té y adentrados más en su realidad.  La vida nos regalará recuerdos, sensaciones y emociones con los pequeños, que cada uno guardará en lo más profundo de su ser.

Se nos ha conmovido el alma en tantas ocasiones y las lágrimas alguna vez han lavado nuestros rostros. Unos simples globos vuelan sobre las secas hierbas, sus redondos ojos los divisan en lo alto y enloquecidos, sus cuerpos se entornan alegres, como himnos y cánticos que corren por su cuerpo, que les invitan a danzar bendiciendo aquello que creen y poseen.

El hogar de piedra se divisa ya en el horizonte y se manifestará siempre como testigo de nuestra presencia, sus viejas maderas le abrazan como cada uno de nosotros impregna en él algo de su tiempo y de su historia.

Quizás es en la sencillez de una tarde dónde se encuentra el verdadero sentido a la esencia de la vida. El despertar ha sido una lucha de la naturaleza, la mañana el conocimiento y la tarde se presenta ahora como el tiempo para mirar dentro de uno. Se ha abierto un sendero que lleva a la noche, al fin de las horas pero que deja un hálito de esperanza pues se dibujan todavía nuevos paisajes. No es el fin. La nueva protagonista será la luna, aquella solitaria en la noche, bella, engalanada de rojo como muestra del calor, de la sangre de los hombres que han unido sus existencias para la eternidad.

La experiencia continua!!

Buenas a todos! Seguimos nuestra travesía por Akassato descubriendo día a día los encantos que nos deja esta maravillosa ciudad. Prosperamos poco a poco en nuestro proyecto por las mañanas en el colegio de La salle. Los muros ya está casi pintados y como podéis ver en la fotografía hemos empezado a diseñar los dibujos que dará vida a este recinto.

Por la tarde seguimos con diversas actividades, con los alumnos y alumnas del colegio, esta semana los alumnos más pequeños nos han sorprendido con un taller donde representaban la estrella de La Salle. Se lo pasaron genial!

A su vez los más mayores realizaron un taller de confección de pulseras, aprendiendo juegos tradicionales.

Como sorpresa de final de semana, el viernes grabamos un vídeo para conmemorar el 300 aniversario de La Salle, donde participaron alumnos/as, profesores y voluntarios.

En nuestro tiempo de ocio la comunidad de hermanos y nuestro amigo Edmundo, profesor de español del cole, nos acompañan a visitar Akassato y otros lugares de Benín.

Este sabado pasado hicimos un tour por Bohicon, el hermano Rodri nos llevó a visitar le palais du Roi Glèlè, más tarde acudimos a la comunidad donde reside el hermano Paco Fallado y el hermano Gil, que nos mostraron el proyecto que estar realizando nuestras compañeras del colegio Maravillas de Madrid.

Para acabar el día Edmundo tuvo la generosidad de abrirnos las puertas de su casa para que conociéramos su familia y su forma de vivir.

 

 

 

 

 

Hoy domingo despedimos la semana agradeciendo a la comunidad de hermanos donde residimos con otro plato español, unas suculentas tortilla de patata.

Encaramos esta última semana con mucha ilusión y ganas, sabiendo que esta experiencia siempre quedará grabada en nuestros corazones.

 

Un saludo desde Akassato.

Ya en tierras Guaraníes. Paraguay 2018

Mba´eichapa (¿cómo están? Guaraní)

Después de un largo viaje, el jueves 19 llegamos por fin a la escuela internado San Isidro Labrador situada en Pozo Colorado en la zona del Chaco Paraguayo.

El Chaco es una zona rural en la que están establecidas distintas haciendas que dan trabajo a los habitantes de la zona. Debido a la situación geográfica y las condiciones de vida, en 1968 se inauguró el internado para dar respuesta a las necesidades que los habitantes de los alrededores requerían. En ese entonces, comenzó con 7 varones y actualmente, el colegio cuenta con 304 alumnos mixtos siendo la gran mayoría internos.

A nuestra llegada coincidimos con un grupo de voluntarios de gente pequeña de 3 monitores y cinco chicos procedentes de La Salle Sagrado Corazón de Madrid.

Todos hemos colaborado en el acondicionamiento de la escuela para el recibimiento de los alumnos, los cuales han ido llegando a lo largo del fin de semana con mucho entusiasmo. A su vez, hemos sido informados de las labores que cada uno va a ejercer durante nuestra estancia, siendo prioritario el apoyo educativo.

Esta semana hemos comenzado la rutina diaria con muchas ganas, incluyendo las clases y el funcionamiento propio del internado. Seguiremos contando nuestra experiencia en el Chaco Paraguayo… chau

Empieza la andadura

El ruido del frenazo nos despertó a todos: Habíamos llegado a Nagapattinam, lo que sería nuestro nuevo hogar por las próximas semanas. Tras el largo viaje en autobús desde Madurai se había hecho de día pero, a pesar de nuestra curiosidad por conocer todo, el cansancio nos vencía y había que descansar un poco primero. Cuando despertamos, lo primero fue conocer la comunidad de hermanos que nos acogía y la casa donde íbamos a vivir, además del trabajo que debíamos hacer durante nuestra estancia aquí, el cual todos pensamos en ese momento que no era poco, por lo que habría que trabajar duro. Horas después, llegó el gran momento: fuimos a conocer a los niños con los que compartiremos nuestro tiempo en el colegio.

El recuerdo que tenemos todos de ese momento es de pura emoción. Y qué sonrisa más tonta se nos pone al recordar entrar a la sala donde todos los niños del colegio, junto con los profesores, se encontraban esperándonos, listos para recibirnos. Este primer encuentro fue acompañado de un polo personalizado del uniforme del cole y un pañuelo que nos regalaron a cada uno, como símbolo de bienvenida, y el cual agradecimos de todo corazón. Y era solo el comienzo, pues en realidad, desde ese momento todo lo que tenemos hacia ellos es agradecimiento: Desde las primeras flores, o pulseras, que nos regalaron las profesoras a las chicas, hasta cada beso, abrazo, mirada de gratitud o lección que nos dan los niños.

Han sido muy bonitos estos primeros días con los pequeños. Pasando por todas los cursos, hemos tenido la oportunidad de compartir con ellos clases de inglés, juegos, canciones… que van desde el ahorcado, el “chuchua” español, talleres de papiroflexia u otras manualidades… Sin embargo, como hemos dicho antes, lejos de lo que podamos enseñarles nosotros a ellos, están todas las lecciones que nos han podido enseñar ellos a nosotros.

Dos bofetadas “bien dadas” nos ha dado la realidad al ver, por ejemplo, que no todos tienen zapatos, o que borran todo lo que escriben en las hojas para poder volver a escribir más porque no tienen más papel, o su ilusión cuando ven unas pinturas de colores. Porque, aunque en el colegio todos van uniformados y con sus mochilas, como en cualquier otro cole, la realidad de donde vienen es muy distinta.

Esta realidad la hemos podido descubrir gracias al autobús escolar. Todos los días dos de nosotros acompañan a los niños al colegio por la mañana y, otros dos, de vuelta a casa por la tarde en el bus. Esto nos permite, entre otras cosas, ver las casas donde cada uno de ellos vive, que van de casas llamadas aquí de nivel “medio”, hasta las llamadas de nivel “bajo”. Vemos además la villa de Nagapattinam, sus calles llenas de basura porque no hay dónde tirarla, su gente, sus ocupaciones, etc. Un cúmulo de sensaciones nos recorren por dentro al ver las muchas situaciones que vemos a través de la ventanilla: impotencia, sorpresa, desconcierto, curiosidad… Es un gusto amargo lo que se siente al descubrir las callejuelas de la India.

Por otra parte, en la obra, tal y como pensábamos, el trabajo está siendo mucho, pues ha de acabarse antes de que nos vayamos. Mover y transportar carretillas llenas de cemento, barriles de agua o cubos de ladrillos son parte de las muchas tareas que hemos de hacer. El sudor no tarda en aparecer, al igual que la frustración, también en muchas ocasiones al pensar si nuestra labor es realmente útil o meramente estorbamos a los obreros que trabajan con nosotros. Sólo el tiempo lo dirá.

Ya para terminar, hay que decir que los fines de semana no trabajamos ni estamos con los niños, pues los tenemos de descanso. Este primer finde lo aprovechamos para ir de excursión el sábado y tras unas cuantas horas en coche llegamos a un manglar sumergido en aguas salubres. Después de navegar por aquella desembocadura y disfrutar de esa impresionante maravilla de la naturaleza, fuimos a ver un majestuoso templo hindú y, tras una pausa para comer, terminamos el día yendo a la playa, lugar donde acabamos cenando.

Al día siguiente, el domingo, fuimos a nuestra primera misa en tamil, lo que fue toda una experiencia gracias a la música y a su larga duración. El resto del día lo empleamos para descansar, ir de compras y disfrutar preparando una cena típica española, donde, entre todos, cocinamos tortillas y gazpacho. Esto nos dio fuerzas para la semana que estaba por venir y que ya os contaremos en la siguiente crónica.

Un saludo, y hasta pronto.

Tailandia 2018: Chapter VI: «Sin papeles, sin nacionalidad, la historia de Bow»

 

Cada día nos levantamos y tenemos la posibilidad de leer miles de artículos o noticias que se hacen eco de hazañas de personas a distintos niveles, ya sea por sus acciones, descubrimientos o sus diferentes capacidades, que les hacen destacar de una forma u otra. Muchas de estas personas son conocidas, gente que se ha ido ganando poco a poco cierto prestigio y de las cuáles y perdonad que haga esta alusión, es muy fácil escribir sobre ellas, ya que van a tener en su mayoría, la aceptación pública de aquello de lo que se escribe.

Sin embargo, hay tantas historias por descubrir, tantas personas increíbles repartidas por el mundo de las que se desconoce su vida o su historia, que es hora de que aporte nuestro granito de arena sobre estas personas desconocidas escribiendo este artículo.

Tal vez esta historia os recuerde a otras miles que hayáis leído, sin embargo a mí, me ha hecho reflexionar, por ello me veía en la necesidad de haceros llegar la vida de Bow.

Nadie va a escribir sobre ella, nadie va a valorar su esfuerzo y su sacrificio, pero ya que el destino me ha traído hasta aquí y he oído hablar de ella, me  siento en la obligación de dar eco a su vida y a todo lo que ha conseguido y está logrando a base de sus sacrificios diarios.

Bow es una chica de la antigua Birmania, su poblado está justo en la frontera entre Tailandia y la actual Myanmar. Dicho poblado es uno de los muchos que se encuentran totalmente desprotegidos y aislados debido a las problemas que existían y continúan existiendo entre la delimitación fronteriza entre Myanmar y Tailandia. Cada mañana cerca de Sangklaburi y en el paso de las Tres Pagodas, la barrera que delimita ambos países se abre y permite a miles de trabajadores birmanos llegar a Tailandia y trabajar en las fábricas de caucho que hay por esta zona. Muchos de los hijos de los trabajadores no tienen acceso a la educación, no son reconocidos por su país y por lo tanto no pueden ir a las escuelas que el gobierno  tiene situadas a lo largo de la zona. Es aquí donde el Hermano Víctor y la Salle juegan un papel fundamental y con un valor humano que no puede ser calificado ni explicado en meras palabras. Hay que venir aquí y verlo con tus propios ojos, para ver qué se ha conseguido y ver como gracias a la labor que están haciendo aquí se da un ápice de esperanza a muchas personas y niños y niñas, que por desgracia, ya la habían perdido.

Es aquí donde comienza la historia de Bow. Una historia que comienza con un encuentro fortuito, una historia cuyo origen puede que esté ligado al destino o a fuerzas que desconocemos… Hace aproximadamente unos catorce años, Bow iba caminando, observando el trasiego de personas que se forma cada mañana en el Paso de las Tres Pagodas y  el destino le hizo chocarse con el Hermano Víctor.

El hermano Víctor le preguntó por qué no estaba en el colegio estudiando y Bow  le dijo que quería estudiar pero que no podía, sus padres eran muy pobres y que no tenían dinero para poder enviarle a un colegio. Y al no ser reconocida por su país, no tenía derecho a acceder a las escuelas gratuitas del gobierno.  Bow poco tiempo después tuvo que irse a vivir con su abuelo, ya que sus padres no podían darle de comer. Sin embargo, su abuelo tampoco tenía los medios para poder conseguir la comida suficiente para ambos. Es aquí, donde juega un papel muy importante la Escuela de Bambú situada a unos kilómetros del paso fronterizo.

Bow empezó a acudir a la escuela que La Salle tenía allí para poder estudiar y que a su vez, le daba ayuda para poder tener el alimento suficiente para poder vivir y desarrollarse. Con el paso de los años, los profesores descubrieron que Bow tenía una facilidad increíble para los estudios y que destacaba por encima de los que llevaban más tiempo escolarizados en dicha escuela. Al empezar tan tarde y para tener acceso a una educación reglamentada, se decidió que Bow empezara a estudiar por libre, mediante clases particulares, y una vez lista, hiciera el examen de acceso equivalente a la educación primaria. Muy pocos consiguen aprobar dicho examen, ya que se requiere una puntuación de veintisiete sobre treinta para poder tener acceso a primaria y a seguir estudiando.

Bow estudió mucho, cuenta que en ocasiones, por la noche, solo tenía la ayuda de una vela,… Era una estudiante muy aplicada, sabía desde bien pequeña lo que quería y tenía un firme decisión en conseguirlo. Como  bien podréis suponer aprobó dicho examen.

Al poco tiempo se encontraba estudiando primaria en la otra escuela de la Salle que los hermanos tienen en Sangklaburi. Allí siguió destacando y mostrando mucha facilidad para los estudios, pronto logró dominar tanto el birmano como el tailandés incluso empezó a aprender inglés.

A la entrada de la sala de informática, una fotografía suya cuelga de la pared junto a un retrato del Hermano Víctor. La escuela no puede estar más orgullosa de ella, ya que con sólo trece años Bow escribió un ensayo sobre la importancia que para ella tenía su profesor, y se envió dicho escrito a un concurso que se celebraba por el día del profesor, en Tailandia. En dicho concurso participaban todos los alumnos y alumnas del país. Bow se alzó con el segundo premio nacional. Fue invitada junto con su familia a conocer al primer ministro del momento y a recoger el premio por haber quedado segunda. Lo anecdótico de esta hazaña fue que una niña catalogada como analfabeta consiguió un premio al alcance de muy pocos. La ceremonia exigía decoro a la hora de vestir, sin embargo para Bow, esto no tenía mucho sentido. No tenía zapatos para poder acudir a dicha ceremonia. Las chanclas habían formado parte de su vida diaria desde que había nacido. El hermano Víctor le consiguió un par de zapatos y pudo acudir a su cita y salir por primera vez de su poblado.

Bow fue creciendo, siguió estudiando, y consiguió excelentes resultados. Su carácter y su personalidad lejos de dedicarse al estudio se centraban también en ayudar a su familia, por lo que una vez que acabó los estudios decidió ayudar dando clase en la escuela que un día le ayudó a llegar donde está, La Salle Sangklaburi. Hoy en día imparte clases de informática a varios cursos y con el dinero que recibe como docente se dedica a ayudar a su familia y a seguir estudiando para poder conseguir los créditos suficientes para poder acceder a la universidad y estudiar medicina, uno de sus sueños.

 

Bow puede que jamás consiga acceder a la universidad, puede que jamás obtenga la  nacionalidad tailandesa, puede que nunca tenga la oportunidad de salir más allá de su provincia, sin embargo, de lo que se puede estar seguro es que pase lo que pase, cada día se levantará con una sonrisa y se esforzará lo máximo que pueda para poder conseguir sus objetivos y hacer la vida de su familia más fácil  y más cómoda.

 

Tailandia 2018 CHAPTER V: «UN DÍA EN LA ESCUELA»

Una parte fundamental de este voluntariado es ayudar al desarrollo tanto académico como personal de estos niños. Normalmente suele ser clases a niños pequeños, terreno que Iñaki y Teresa controlan a la perfección, en cambio, nosotros, los que somos estudiantes y en concreto algunos, como yo, tenemos muy poca o nada de experiencia dando clase a niños.

A pesar de esto, siempre que nos ofrecen cubrir a un profesor estamos ahí sin dudarlo, con una sonrisa, dispuestos a ayudar a los niños y a hacer que pasen el mejor rato posible. Es bastante fácil estar en clases con niños pequeños ya que contamos con la ayuda de dos profesores de infantil y, al fin al cabo, estar con niños que son todo amor y sonrisas es muy fácil, casi como un instinto natural. Desde sus “Teacher teacher” para que los hagas caso a esas sonrisas llenas de ternura que te dan sin esperar nada a cambio es en parte algo que me hizo querer repetir esta experiencia. De todo se aprende y poco a poco y sin darte cuenta te ayudan ellos más a ti de lo que les ayudas casi tu a ellos.

La teoría es fácil: Hacer actividades con ellos. La práctica no tanto. Nos chocamos de frente con la barrera del idioma. Ni nosotros sabemos tailandés y ellos, al ser pequeños, saben un inglés muy básico. Al principio te sientes un poco agobiada y piensas “¿Qué voy a hacer si no me entienden?” luego decides usar la cabeza y te das cuenta que el idioma de los niños es muy sencillo, el idioma de los gestos es universal y que con nuestras ganas podemos sacar cualquier cosa adelante. Una buena canción nunca falla. Los niños solo pueden centrarse en ti, en los ritmos básicos y letras perfectas para ellos. Se entretienen, se ríen con cualquier tontería o carantoña que les hagas. Lo siguiente suele ser los fiables dibujos, nunca fallan.

 

¿A qué niño no le encanta dibujar su animal favorito o cualquier cosa que se le venga a la cabeza? Cuando han terminado siempre vienen corriendo a ti y te ponen sus mejores ojitos. “Teacher teacher” y te dan el dibujo “That’s beautiful! Very good!” les dices mientras les dibujas una carita sonriente en la hoja que te dan dado. La cara que ponen en ese momento no tiene precio. Una vez todos han terminado teníamos que pensar en otra actividad. Al principio estuvimos un poco atascados, no sabíamos que más hacer, intentábamos enseñar un poco de inglés y de español o jugábamos a juegos de mesa que nos trajimos desde Madrid. Esto era un poco complicado debido a la corta edad de algunos pero nos sacamos un as de la manga, globos con caritas. ¿Cómo no se nos ocurrió antes?

Más sencillo imposible: hinchas unos cuantos globos, con un rotulador pintas una cara tonta, les atas un trozo de lana y les pegas cuatro pelos de lana y ya tienen diversión asegurada. Juegan a que no se caiga o como si fuera un yoyó de toda la vida y en ese momento ya los tienes ganados. Ahí empiezan a querer a que los lleves a caballito por toda la clase o vienen te dan un abrazo y siguen jugando o directamente ni se despegan de ti. La primera vez que se me echaron 20 niños encima no sabía ni dónde meterme, demasiada atención en muy poco tiempo, notaba que me faltaban extremidades y cuerpo para darle atención a todos pero poco a poco te acostumbras y tras dos o tres clases ya sabes cómo tratar con los niños y como darles lo que necesitan a todos y cada uno de ellos. Por estas razones, a pesar de ser una estudiante sin experiencia ni idea de cómo tratar a niños conseguí entender, aprender y pasar un buen rato con ellos disfrutando de sus compañía (y espero que ellos de la mía también)

 

 

Hasta más ver, Alejandra.

ALBOR KIKUYU

Y amaneció. Se despertó el día, la luz se hizo ver entre las oscuras nubes de estas tierras, el viento se congeló tras una noche estruendosa golpeando en los tejados, los primeros seres como brotes frescos colorearon el paisaje, las garzas con su fuerte lamento y el sol como el rey de la mañana daba a cada uno su fortaleza, tímido hacía su entrada para hacerse poderoso entre la brisa dando lugar al alba.

La mañana en Karemeno se figuraba en una lucha de la naturaleza, muy pareja a la aurora de nuestro grupo. Cada uno su función, como un entramado de arañas, se disponían a sus quehaceres contra perezas y fatigas. Continuaban así su gran tarea.

La pesada y eterna arena, las piedras en sus distintas vertientes y el grisáceo polvo, los compactaba en una argamasa perfecta que servía de una base ya terminada tras jornadas de labor. Siempre hay debilidades, aunque los cimientos son sólidos, necesitan horas de soledad, vientos para la erosión, aguas tibias y molestas para su perfecta composición. Igual que los miembros añoran a sus seres, roces entre piedras que provocan chispas, la construcción de la casa se unía a la de la comunidad. Bien sabemos que es necesario todo, en esa debilidad nace nuestra fuerza, la ocasión para conocernos, amar a quiénes tenemos y contemplar el regalo que nos hace la vida.

Se reparten sus hilos, unos con sus talentos llevan a las perlas del lugar, los niños, para cuidarlas en salud atravesando caminos hundidos y escabrosos, otros refuerzan el entramado con juegos, cantos y bailes, una niña  lucha por correr aun sabiendo que no ganará la carrera, pero su esfuerzo es más valioso que el mejor corredor del país, unos ojos grandes dilatados por la pobreza agitan el corazón, maestros que con maderas y delgadas tizas calculan, leen y cantan, mujeres anónimas como Grace que con sudor y sin logros humanos elaboran deliciosos sabores.

La mañana kikuyu se hace estable, el grupo es consciente de pertenecer a la tierra que le ha acogido, la misma sangre corre por sus venas y sus sonidos ya le son familiares. Los cimientos ya son sólo una roca poderosa a la espera del tiempo, sea cálido o brumoso como las colinas verdes del Aberdare. Pero finalmente la luz aparece, rompe la tiniebla, el gris del cielo y muestra su cara más amable de la vida, seres escondidos en parques inmensos, el agua se arrastra con virtud luciéndose en una caída como las grandes telas de los moradores.

El despertar se ha hecho presente y avanza muy presto hacia la tarde, la mitad del camino recorrido y en sus días pasados nos invaden sensaciones que no volverán a repetirse. Muy decididos continuamos, pues el tiempo no perdona en Karemeno.