Recta final en Togo con dos muy buenas noticias: el hangar de nuestro proyecto está prácticamente listo (ha quedado genial) y nos marchamos con la J. L. (jóvenes lasalianos) de campamento al norte del país, a echarles una mano con varios proyectos en Dapaong.
Es un viaje muy largo (11 horas), pero que sin duda merece mucho la pena, porque lo que nos han enseñado los jóvenes en estos días no está en los escritos. Aparte de la alegría y energía que irradian, nos muestran que, a pesar de su juventud (17-18 años), son tremendamente maduros y se organizan para todas las tareas de manera excepcional. Distribuyen el mobiliario en cada una de las estancias del colegio La Salle de Dapaong (donde se alojan) según sus necesidades (en un aula duermen las chicas, en otra los chicos; utilizan la sala polivalente para las diferentes comidas y para hacer charlas y proyecciones, etc…). También se encargan ellos mismos de preparar desayunos, comidas y cenas, de fregar y limpiar, y de hacer los distintos trabajos que constituyen su proyecto de campamento. Y todo por turnos bien organizados y sin apenas supervisión adulta (bravo!!). Su misión consiste en pintar las aulas del cole y arreglar el camino de entrada. Nosotros les ayudamos con la parte informática: habilitamos el proyector, ponemos al día varios portátiles y los conectamos para que puedan compartir información.
Dentro del programa hay varias salidas, así que les acompañamos en su escapada a Tami. Allí un grupo debe ayudar a los HH Enrique, Vicente, Jose-Mari y Juan en el magnífico Centro de Formación Rural. Nos lo enseñan y es una auténtica pasada con mangos, papayos, karités, baobabs, mijo, sorgo blanco/rojo, cacahuete (arachide), judías, arroz, embalses… Otro grupo va al pueblo para ayudar a una familia en la reconstrucción de su casa. Nosotros vamos a echarles una mano y, de nuevo, nos sorprende la capacidad de esfuerzo, trabajo y orden que tienen estos chavales. Así como la hospitalidad y educación de los togoleses, ya que esta familia, sin tener casi nada, no deja de darnos las gracias a todos, nos ofrecen maíz y chapaló (bebida local), salen todos a despedirnos cuando nos vamos… Increíble. Aquí cada día te engorda un poquito más el corazón. Cuando nos vayamos vamos a tener que facturarlo, porque ya lo tenemos repleto de amor y vivencias preciosas.
Finalmente toca despedirse de los jóvenes. ¡Qué duro! Se coge tanto cariño mutuo con esta gente, que cuesta mucho decir adiós. El último día en Lomé también es maravilloso. Los HH nos reciben con alegría, nos despedimos de algunos de los niños con los que hicimos los talleres y vivimos otros momentos durillos. Pero no queda otra. Al menos, ver sus sonrisas de felicidad por el tiempo compartido y sentir sus abrazos sinceros nos llena de paz.
Y aquí termina nuestra vivencia en Togo. No tenemos suficientes palabras de agradecimiento, porque lo que hemos vivido aquí ha sido inolvidable. Hemos compartido, hemos aprendido, momentos alegres y también duros… Y todo ello nunca lo vamos a olvidar porque ya lo tenemos bien impreso en nuestros corazones. Gracias a Proyde por la oportunidad de experimentar todo esto; a los Hermanos de las distintas comunidades con los que hemos compartido tiempo, historias y costumbres que nos han enriquecido un montón; a todas las personas con las que hemos tenido la suerte de cruzarnos y que tanto nos han enseñado. GRACIAS!! Hay un antes y un después de Togo en nuestras vidas.