El peor momento del viaje ha llegado, toca despedirse.
Hemos convivido un mes con los alumnos, profesores, monitores y Hermanos de la Escuela de San Isidro, y tal y como reza su himno “…en Pozo Colorado hay una estrella que guía…” y que nos ha guiado disfrutando de la compañía de estos chicos que son todo corazón. Los temores que teníamos al adentrarnos en el Charco al principio, se han convertido en lágrimas de pena por no querer irnos. Pero no decimos un adiós, decimos un hasta que nos veamos.

Cada uno de los voluntarios de Gente Pequeña que ha participado en esta experiencia, va a tomar un camino distinto, pero estamos seguros que esto será un nexo para todos ellos y un hito en su vida que podrán contar al comenzar la universidad en poco más de un mes.
Con respecto al caminero que veníamos a hacer, hemos terminado la parte que teníamos previsto (nos hemos fundido toda la arena para hacer cemento que había en este primer pedido). El resto del caminero es un proyecto a realizar por los alumnos del internado. En el fragmento que hicimos dejamos grabado en el cemento “indivisa manent” que es el lema que hace poco en la graduación de 2ºbachillerato de San Ildefonso, nos invitaban a usar. Y es que da igual lo que hagamos o a dónde vayamos, nosotros permaneceremos unidos. También dejamos grabado “gente pequeña” y el año…. en verdad nos vinimos arriba y queríamos dejar escrito el nombre de cada uno, pero eso era pasarse (y mucho).

El último día en la escuela disfrutamos de un festival de despedida precioso. Las fotos no representan las emociones sentidas en ese momento, pero seguramente puedan hacerse una idea.

Quisiéramos agradecer a todas aquellas personas que de una manera más o menos visible, nos han permitido vivir esta experiencia.

Nosotros somos gente pequeña, hemos hecho una cosa pequeña aquí, pero junto con el resto de compañeros que están haciendo voluntariado este verano, estamos haciendo muchas cosas pequeñas…. y de esta forma podremos cambiar el mundo.
¡Hasta siempre!